RAZONES Y PLÁTICAS

 





—Existió un bar antes de esa cantina penchurrienta donde ya nadie va, a dos locales de aquí; después de tres caguamas te servían unos frijoles a la charra bien hechos. La verdad nunca había tragado algo tan bueno, más por esa mesera que se convertía en una guarida para el invierno que se venía, mejor aun para los borrachos que frecuentaban ese piquero. 

 

—¿Crees que las negociaciones verdaderas se dan cuando las primeras negociaciones se dan?, así como lo dijiste hace rato.


—El yunque esta empezando a martillar otra vez y me están buscando, los otros desenterraron a los elefantes del Fundidora y de repente se les paró el chile a los viejos cabareteros que iban al Antonio’s por carne tiesa y tersa en los ochentas. Los mancos siempre usarán la boca para lo cotidiano.


—¿Entonces?


—No se hace, sigo en la IP […] con una chingada mejor vámonos por unas cheves.


Monterrey, viejo en un chispazo


Por cada esquina me dispongo a pensar en tu nombre,

ahora siento que todo me juega mal.


Mientras un loco pone el ambiente en la noche,

soporto la torcida cara de la luna.


En las ventanas de los restaurantes imagino tu cara 

y es como ver una fotografía.


Entre los colores sepias del barro tomo tu mano,

antes de que el calor se vaya.


Será mejor que me abraces para entender mejor,

de lo tanto que hemos sentido.


Sobre las tragedias comprenderemos,

que la muerte no nos enterró.


Durante el esplendor terminaremos apagados, 

nadie nos dijo nada.

 

Puerta de madera blanca


Pláticas redundantes que le dan la vuelta al mismo asunto y tu piel blanca cambia de color cuando te digo algo; mientras tus emociones cambian para mal o para bien. Me llama la atención la vena que sale de la sien del mesero que nos atiende, este ha de maquinar nuestras palabras compartidas.


Tu sonrisa amarilla por la nicotina y tu labial rojo ensangrientan la tarde —¡Qué día tan raro!— mi cejas lo expresaban con peculiar ceño. Las lentas nubes volvían gris el día y por otro lado el sol las volvía doradas. Creo que se esta suscitando una guerra en el cielo, pero esta no se compara con la guerra que tengo conmigo mismo al no poder suavemente azotarte contra la pared, besarte hasta quedarme sin saliva y no morir de sed. 


Al día siguiente fui a buscarte, casi casi derrumbando aquella puerta blanca como el color de tu piel. Sin respuesta, me puse a pensar en los demonios que me hacían esto y del por qué no podía tenerte otra vez en aquella madera blanca.


El soldado americano.


Una casa mas en la colonia del Obispado, algunas de estas mantienen su esencia pero otras no. En algunas se hicieron modificaciones y en otras se esconden ladrillos con mucha historia. No me queda de otra que inmiscuirme en una de estas casonas para lograr relajarme un poco debido al ajetreo de la noche. —¡Qué mas da!—, no tengo nada que hacer en esta velada llena de violencia y pláticas con sabor a charlatanería. 


Parece ser que esta casa ya cuenta con varios días sin haber sido visitada, pareciera que nadie quiere visitarla o algo por el estilo. No pasa nada, me la pasaré tranquilo mientras espero a que llegue la luz del día y me ponga pensar en aquella mujer que ya no me quiere ver. No faltaría que se apareciera otro fantasma como es de costumbre, aunque no creo, he notado que algunos fantasmas se pierden en eso que un esotérico amigo llamaba como “el limbo”. 


—¿A qué hora sale mi tropa?—en idioma inglés, una voz callada y distorsionada se escuchó a lo lejos. Así qué mejor cerré los ojos e intenté ignorar aquella voz. No tenía ganas de lidiar con problemas ajenos y antiguos.


—¡No tengo idea de que hablas! —le contesté a aquella voz debido a su insistencia, esta se escuchaba un tanto afligida.


Al escuchar sus sollozos o lloriqueos abrí los ojos y pude notar entrar dos ráfagas de luz de luna que iluminaron sus botas. Aquellas eran largas y de buen corte vacuno en color negro.


—¿Qué fue lo que sucedió contigo soldado?—con premura le pregunté al analizar su situación.


—Tengo toda la noche esperando a que mis “Partners” vengan por mi —la voz con gran pena me contestó—. Pero ya no supe nada, lo que quiero es regresarme a mi casa y platicar con mi prometida en el lago.


Bueno mi estimado, creo que andamos muy perdidos el día de hoy —con tristeza le contesté y cuestioné—. ¿Sabes donde te encuentras?


—No ¿Qué año es?


—Bueno mi estimado es el año 2019… —me levanté para caminar por la casa abandonada—


—¡No entiendo! —con extrañeza este disintió y pude ver su cabello rubio iluminado por la poca luz de luna.


—No es cuestión de entender, es cuestión de seguir, ¿Como dices que se llamaba tu novia?


—¡Anabelle! —exclamó el soldado—.


—¿Qué clase de hombre confiesa el nombre de su amada y no presenta el suyo? —Disculpa por mi inglés, a veces falla—.


—Tienes un inglés un poco extraño, y mi nombre es John —respondió el soldado.


—Mucho gusto John mi nombre es Daniel, estoy aquí por que ando un poco aburrido, una disculpa por interrumpir —contesté con la voz franca y pregunté—. Te seré sincero, estas muerto, pero dime, ¿Qué fue lo ultimo que recuerdas? 


—¡No puede ser! —el gringo gritó abruptamente—. Me encontraba dormido cerca de la iglesia, mientras mis compañeros preparaban la toma de mañana.


—Si puede ser —le repliqué—. Lo más probable es que haya sido una emboscada y pues valiste madre mi güero. No creo que haya sido casualidad, pero siempre es bueno saber que morirás cuando te vas a morir; por eso andan en pena sin saber cuando sucedió y no buscan el camino a donde sea que deban ir. Enserio que mataría por un buen trago de whisky —suspiré y recargué mi cabeza sobre la vieja pared—.


—Mi Anabelle… yo también mataría por un trago de un maldito “brown turkey” —con añoranza el soldado suplicó—. ¿Ahora qué hago?


—¿Brown qué? —me cuestioné y le exclamé—. Mira mi estimado creo que deberías salir de esta vieja casa, ven sal conmigo. 


Lo tomé del hombro y lo acompañé a la puerta principal, en aquella madrugada tardía se notó que la luna bajó sobre la tierra e iluminó la entrada de esta casa. Solté mi mano sobre su hombro, miré su uniforme azul y su ballesta a la espalda, pero nunca logré verle la cara. Es curioso que me haya acercado tanto a uno de estas cosas. Si existe algo que me he dado cuenta de los fantasmas es que huelen como a sábila de aloe vera, a flemas o a polvo de muchos años. 


Crucé la calle y di la vuelta para notar que se había esfumado. Adiós mi buen amigo soldado, por que aquí hay otro marcial con el corazón echo añicos con una guerra por delante. Las batallas se acaban e inician otras. 


imagen: So PineNut