MISCELÁNEA DE CUENTOS VOL. 1

 



RIESGOSO


La gente se separa todo el tiempo y todas las formas agresivas dan forma, tu amor es un sentimiento mal agradecido y presume de sencillez, seré sincero, me gusta de ese modo.


Mirando fijamente una pared por la calle del Colegio Civil, me pregunto quién sabe cuántas veces la han limpiado o la habrán pintado, no me interesa saberlo. Me pregunto si alguien le pone atención o simplemente es parte de un edificio en el primer cuadro de la ciudad. Además de esta porquería de vida que algún día me tenía que limpiar, sin algún jabón que lo supiera acicalar.


¿Por qué tan pensativo? —te escuché murmurar de la nada.

Nada, no hay mucho que pensar, hay demasiado ruido para pensar —contesté sin mucha prisa—.


Te seguí, te perseguí, en pocas palabras me hiciste caminar hacia a ti sin dar ningún paso, pero al final tropecé. 


Te miras riesgosa, pero tentadora, peligrosa y hermosa. Haciéndome evitar los murmullos del cielo, “riesgosa” así te llamare, “peligrosa” sin vergüenza, tú, al final me haces sentir como un corazón agradecido. Pero cuando me abrazas y me amas, el sin embargo de aquellos gritos que vienen de tus ojos demuestran otro estilo, provocando mil formas que admiro y respeto. El amor es una prueba gratis. 


Moviéndome hasta ese punto donde el camino es callado ¿pero de que valdría la pena si no nos separamos? Aun sigo viendo el vivir de tu propio riesgo. Dame más mi dulce riesgo, mientras te veo caer en aquella cama al mismo tiempo que amanece, con ese vestido rosa que se descolora a gris. 



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LA PASIÓN DEL FUTBOL


Con esta lluvia “chipi-chipi” me acordé de la historia de mi compa el chota. Esto sucedió en el municipio de Guadalupe (no de sorprenderse). En una colonia más donde no pagan predial y la mayoría de las disque residencias deslumbran de su molesta pintura verde en sus paredes y ventanas mal empastadas. 


Ahí se encontraba, el típico cabrón haciendo carne asada un viernes más en el mes de marzo. La velada iba bien, tíos, hermanos, sobrinos, primos, cuñadas y pinches concuñadas. Nuestro protagonista metió la carne al asador y el fresco de la lluvia había llegado, sin embargo, este no se detenía y no parecía tener ninguna intención en parar. 


El ruido de los niños, las historias mochas y poco creíbles de los invitados empezaron a hacerse notar. Aquel ruido parecía normal y muy común en las reuniones y desafortunadamente la carne empezó a asarse de manera lenta. La lluvia caía poco a poco en el suelo del patio haciendo que el carbón se extinguiera. Las gotas caían cada vez con mas pesadez haciendo que las personas de afuera se metieran rápido a la pequeña vivienda.


¡Gol! Una y otra vez por parte del equipo contrario, nuestro amigo se volvió loco y empezó a golpear a todo mundo, este se había llenado de todo lo que se tenía que llenar, al final el resultado fue una niña muerta por fractura craneal, uno de los tíos quedó en coma, dos tías terminaron chimuelas y una cuñada había sido violada. Los rodillazos en la cara que le dio a los demás eran para rematar.


Hubo remontada… se fueron a tiempos extras.


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LA PINTURA DEL HOTEL ROOSEVELT


Me imagino lo difícil que fue escribir ese apellido en la punta del letrero, así que mejor me voy caminando por las calles de “esta” parte del centro de Monterrey. Con cigarro en mano y la otra en la bolsa; como si estuviera escondiendo algo, como si no tuviera mucho que decir, mejor la saco de ahí.


Terminó de llover y la mugre lo agradece, las calles parecen un caldo de fétidos olores a causa del bochorno. Los ya secos gargajos de los trabajadores, de la típica derramada de salsa de algo para algo, todos estos emanan muchas cosas. Los taqueros saben muy bien como esconder el mal sabor de la carne que preparan, no hay fiasco culinario más grande que la de los tacos. Normalizamos la pobreza al querer racionar.


Sigo caminando, los travestis presumen de su perfume clonado y a perfumerías baratas. Paso de largo por los tugurios gays y desde aquí puedo sentir el pesado reproche de una testosterona por otra igual.  Tropiezo con una bolsa de basura, huele a látex defecado y a latas de atún vacías. No estoy sorprendido.


¡Oh si! Los masajes ¡Nah! mejor beso el piso y me carcajeo del foráneo que anda llorando y orinando en el estacionamiento de un negocio. 


Saco mi iPhone 14 Pro y me pongo a leer ese pedazo del libro “Hotel Roosevelt” del escritor Luis Javier Alvarado, mientras enciendo otro cigarro y empieza a hacer viento.



LOS INFILTRADOS


No quiero ser producto de mi medio ambiente. Quiero que mi medio ambiente sea un producto mío.




EL SUEÑO DE NOSTRADAMUS EN UNA CASA DE APODACA. 

 
 

Me quedé dormido por la botana que me eché, aquellos quince minutos se fueron como si fueran tres horas. El sueño parecía pesadilla ya que se veía muy real. En él, mi camisa contaba con vida propia, luz y formas extrañas y mi ansiedad de chavo ruco me hacía salir a la calle con mis esquís para asfalto y que de una forma inexplicable me hacían flotar. No existía el orden, las emociones se habían esfumado ya que las nubes se convirtieron en humo de Rivotril y llovía alivio de vez en cuando. En aquella utopía podía meterme a las casas de los vecinos en caso de que lo necesitara, ya que nadie pensaba en hacer mal, hasta eso no existían los problemas. Los Seven Eleven eran reliquias llenas de bacterias y fantasmas, pero se convirtieron en un punto cultural de undeground y eran mi punto medio en mi vía nocturna.  

 
 

Sin embargo, un niño se acercó con su camisa descompuesta y este me empezó a exclamar que la mía era de una marca prestigiada y en ese instante me quedé atónito e intenté ignorar su intento de asalto. A pesar de ello este se puso un tanto agresivo y a la vuelta del viejo complejo de autoservicio noté que se encontraba parado un policía de la tercera edad y este se encontraba atendiendo un “error del sistema”. Si, en estos tiempos te debes tomar una pastilla cada mañana, esta última marcada con el logo del gobierno actual. Al inicio se informó que era para bajar la ansiedad y el hambre, dónde hasta los mentirosos fueron convencidos. 

 
 

Volviendo al tema del niño molesto, este se acercó al viejo policía y le aseguró muy convencido que este había sido asaltado por mí. Honestamente, que lástima saber que todavía estos trucos eran de cuando yo era joven y a pesar de su intento de timo, el policía se encontraba llorando y perdido debido a que hubo otra “falla” en su sistema. En ese momento no me hizo más remedio que voltear a ver al otro uniformado, que se encontraba forcejeando con un maleante que amenazaba a un grupo de mujeres por medio de un punzo cortante. 

 
 

No me quedo de otra que quitarle al viejo policía su pistola y regalarle una bala al molesto niño hacía su cabeza, provocando así que el otro uniformado disparase en la misma de aquel “otro fallo del sistema” que tenía bajo amenaza al grupo de mujeres. 

 
 

Las mujeres gritaban y lloraban debido a un efecto químico no les causó bien y en eso un grupo de “drones” llegaron, lanzando un tipo de vapor en el ambiente; provocando que las mujeres se pusieran a cantar. Pero bueno, yo soy de la old school y me aguantaba la respiración, además que el bálsamo que me unté protegía los poros de mi piel para evitar que los químicos me hicieran efecto. Hasta eso, un dron se me aproximó y me regaló un boleto para no sé qué cosa, como si fuera un tipo de premio. 

 
 

Bueno, al final mejor tomé de nuevo aquellos “esquís” difíciles de manejar y seguí con mi ansiedad de chavoruco, al parecer todo esto sucedió creo en el año 2050 o algo así. La llamada de mi iPhone me despertó y agradecí encontrarme en el presente. 

 



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Arte: 'Conversation between the Moon and a Star' by Paul Rumsey (b. 1956