EL MUNDO EN LLAMAS
“¿Para cuándo un perro muerto dejará de oler mal? […] He quemado toda la cera de las veladoras santas para llenarlas de cerveza. Chismes siempre habrá: pero asegúrate que sean buenos y te convengan… Morirás pronto; lo puedo ver en tus manos y en esa cámara que cargas”.
—Un hombre en situación de calle que salió de la nada, febrero del 2023.
El Cronovisor.
Siempre lo he dicho, no sé si hoy o más o menos que ayer, pero me encuentro aquí fumándome mi cigarro que se calienta y no hace combustión. Sobre las calles de Monterrey donde la noche que haría que Rembrandt se encontrara sumamente orgulloso. Pero en verdad no se en que estaba pensando, ah si, en esa chica que mandaron a succionar vergas de señores cuando tenía diecisiete años y recordando lo que ella me contó en aquel sucio bar: “Mis amigas siempre me hablaban de su papá y de su mamá […] y yo pues sí; tenía una madre que no pudo dejar pasar cualquier detalle para que yo estuviera bien, cada vez que la veía con ese nuevo güey pos la veía feliz, pero el pedo es que ella me apartaba […] así que aquí ando de mesera viendo como saco unos billetes para comprarme las mamadas que yo quiero para al día siguiente, así que no me vengas con tu moral pinche de párroco con hemorroides que se va por la tangente”. Una puta que da mamadas por mamadas, que chulada.
Sigo caminando y enciendo un cigarro de verdad, no aquel electrónico que no me sabe igual, mejor doblo a la vuelta y sigo por delante. Al caminar escucho gemidos, de esos feos de aquellos que duelen al escucharlos. Parece ser un travesti saliendo de algún hotel cerca de la calle Carlos Salazar ¡Ah! Ese Carlos Salazar nacido en Matamoros y el que no pudo defender nuestro territorio en aquel tiempo. Pero bueno, este hizo lo que pudo y fracasó, ya que de eso se trata la vida.
Volviendo al travesti, este gemía descaradamente y yo no contaba con alguna pista del por qué, así que yo seguí mi camino tratando de verlo de reojo mientras yo seguía de frente. El muy quimera andaba cojeando de molestia y lo más probable es que este se lo perforaron por el «Julián» y creo que no pudo soportar. Se le notaba que este se dirigía a pedir ayuda con algunos de su misma camada. La verdad creo que es mejor no meterse en problemas, los seres inhumanos aprendieron a engalanar el engaño desde hace mucho tiempo. Dejemos que las cosas fluyan (diría un amante de cuarzos) aunque no fluyan bien.
Por eso siempre he dicho lo mismo, la lluvia como que trae agua de lágrimas evaporadas de otras partes de este planeta, de sitios donde no quiero saber que sucedió ni del por qué. Honestamente no me encuentro interesado en saber más, pero al mismo tiempo no puedo evitar esa sensación vieja de querer saber muchas cosas.
En aquel bar oliendo todavía a la loción Brut, la verdad que ando muy noventero esta noche, si, se hubiera sentido genial poder regresar al tiempo para poder ver lo que las canciones y las películas lograban reflejarme. Sin embargo, la noche se pone larga y sin pedirlo se me acerca uno de aquellos pájaros de la noche que andan caminando por estas calles, de esos que ya tienen el pico un poco desgastado.
—El Cronovisor del Vaticano…
—Aquí vamos otra vez jefe…
—En serio, ¿no has escuchado sobre Ernetti?
—No lo he escuchado y no sé qué sea, lo más probable es que sea una jalada que sale en algún video de YouTube o algo así, mejor hablemos de las regalías de los catalizadores que le contrabandeó... digo perdón: le vendió a los de GM en Coahuila Don, usted no tiene nada que hacer desde que se hizo de billetes y al sobrevivir a tres secuestros en la última década.
—Mira cabrón… Es una máquina que puede encontrar las ondas electromagnéticas que dejó la gente y que se quedan en el ambiente espacial […] después de que todo se muere en el pasado.
—¿Es aquella madre que dice que tomó fotografías de Jesús paseando en el monte con los discípulos? Interesante para una película de ciencia ficción.
—Ya hablando en serio mi estimado ¿no te gustaría viajar en el pasado, tienes alguna época en mente?
—Los noventas… la verdad no me gusta ni viajar en avión o bus, por eso no salgo de la ciudad, me caga ir a otras partes a ver problemas sociales ajenos que no me interesan, pero bueno, si el caso es ponernos imaginativos estaría bien tratar de «añorar» un poco.
—¡Los noventas! ¿esa época qué? Nadie me había dicho eso, la verdad chavo yo viví los noventas porque yo te gano por veinte años de edad y no había nada bueno de que perderse…
—Ese es el problema jefe, que a sus cincuenta y cinco años de edad ande pensando en eso. Me da tristeza saber que cada época perdió su “simpatía”. Como usted dijo de aquella máquina que inventaron los del vaticano que según analiza las energías que se quedaron esparcidas en el tiempo ¿no? La pinche esencia de las cosas, se queda y emana como axila de viejito afuera del hospital de zona.
—Si, tienes razón, pero ¿qué es lo que ves en esos tiempos? Yo no vi nada más que desastre social, depresión etc etc…
—Caray, creo que siempre ha existido el desmadre social, los noventas tenían algo mágico y siempre me imagino a mí mismo manejando un Oldsmobile de esos que gastan un chingo de gasolina. Irme sobre la carretera para llegar a un bar en medio de la nada donde te sirven la cerveza bien fría, preguntándote como es que llega una cerveza hasta ahí. Luego la mesera de cabello rubio más bien decolorado todo quebrado; coqueteándome y provocándome las ganas de oler el ácido de sus calzones de segunda mano. La luz neón iluminando las marcas de las cervezas en el sombrío contraste de las paredes de triplay barnizado. Los viejos climas de marca Carrier que enfriaban más que los de ahora. Sentado, ignorando el beeper de la mujer que conociste en ese baile de música Tejana; sabiendo que quiere más y que desea oler el Brut de tu cuello y el Wildroot embarrado en tu cabello. El olor del plástico de los VHS, entrar a un Videoclub para rentar las Tortugas Ninja por tercera vez para los sobrinos, ya sabe, títulos como RoboCop, Batman etc.
—¿Dónde putas tienes tu cronovisor escondido?
—La otra vez andaba por el Carmen, recuerdo entrar a un ejido abandonado donde ya había reportes de actividad rara por parte de la fiscalía y querían que fuera a investigar. Cuando llegué, de repente el día se puso gris y frio como si fuera a llover, pero no llovió. Entre columnas de ladrillos noté a un hombre sentado, pálido como estos cueritos en vinagre que nos estamos botaneando, este desconoido traía puesta la ropa toda mal como si lo hubieran estrujado y no le podía ver la cara. Lo más culero es que este se encontraba sentado en una vieja silla de aluminio, viendo películas en VHS, usando una televisión vieja y una videocasetera en la misma condición. Empecé a escuchar poco a poco y cada vez más fuerte música de Bronco y de repente todo desapareció en un parpadeo. Pinche Lupe Esparza. Eso fue lo más cercano a viajar en el tiempo.
Tame Impala.
2014
«Teim impala», «tami impala» sea como sea, ya me tenía hasta la madre esta canción, pero me tenía hasta la madre a mí mismo.
—¿Esa banda como que parece una banda de rock psicodélico, pero no lo es verdad? — Una chica me cuestionó sobre la rola que se escuchaba de fondo en el Café Iguanas.
Ahí me encontraba, fumándome el olor a chicle que emanaban las puntas de su cabello que a la vez daban tonos de nicotina, bendita será la ansiedad que deja el rastro de cualquier acción. Las uñas de sus pies rascaban la resequedad de mis pies. El olor del cloro barato en las sábanas del hotel no se rendía y todavía nos quedaba una hora que parecían otras siete.
—¿Te gusta Tame Impala? — me preguntó muy emocionada.
Le contesté un tanro harto. —Con eso te acercaste preguntando y sigues hablando de lo mismo—
—Me gustan los güeyes perdidos, así como los músicos o los casados tristes, también los que no traen ni para una coca; a esos también que le piden dinero a su mamá cuando ya andan bien atrabancados, de esa forma sé dónde encontrarme a mí misma para irme cuando quiera y ellos siguen igual de perdidos.
—¿Y en mi caso? —Tu eres un caso especial que no puedo describir y la verdad me da pinche flojera, por eso mejor te dejo ser y que la gravedad me diga que hacer contigo, así que mejor pásame uno de tus cigarros baratos (delicados con filtro).
Los Navajo.
¿Qué es eso?
Es una punta de flecha, andaba con un compa caminando por el Icamole donde ya sabes que hay varios compas marihuanos que ocupan de un diestro o de un perro que les diga donde no ir, más bien que les ladre por donde no andar.
Déjame inventar una historia ya que me dijeron que el tallado no es del área del noroeste.
Corría un año desconocido, antes de que viniera alguien y dictara sus tiempos. El viento hacia música para los oídos de los que deambulaban de un lugar a otro, las rocas y las mesetas eran los tomos de una gran historia y la tierra era una interminable cama en donde acostarse.
—Debo ir a donde no me moleste el sol ya que no quiero quedarme ciego, no quiero molestar a esa bola de fuego. Tengo que ir a cazar, pero no tan al sur por las historias de otros que piensan diferente—.
El salvaje se lo decía a una mujer de cabello oscuro y liso como la laja. Mujer de carácter como el humor que exhalaba su sudor en sus más íntimos rincones. Esta misma le había preparado maíz molido con agua de rio hirviendo. Pero el salvaje la dejó por irse al sur.
Foto: Giorgio de Chirico, The Enigma of the Hour (1910)