LA SITUACIÓN DEL RESTAURANTE “JOKER”



Existen lugares que pasas por desapercibido, en algunos otros no sabes qué hay o que puede haber, sabes que están ahí, y suavemente estresan la conciencia más escondida de tu si, de tú «yo» y lo demás.  

 
 

Caminando por la Calle José María Morelos, situada en el corazón de la ciudad de Monterrey y antes de cruzar la Avenida Benito Juárez, me topé con un amigo, de esos que etiquetas como “Amigo” pero en verdad es alguien que conociste y a veces te acuerdas de él por algunos meros detalles. Donde en ocasiones da gusto y extrañeza, se hace sentir otra emoción sin nombre u otro saludo “para ponerte al día”. No pasa nada, no falta que haya malas noticias o buenas noticias; la cordialidad es la que importa.  

 
 

Sin embargo, el lugar de donde este había recién salido con cierta prisa, hizo que causara un gran furor en mi incertidumbre. Aquel amigo había recién salido de un restaurante de comida llamado “Joker”. No sé qué pensar o de qué forma actuar, tengo seguridad que se han dicho muchas leyendas urbanas referente a este lugar y no muy particulares.  

 
 

Sin menos premura, salude la antigua cara de la cual alguna vez conviví. 

 
 

—¡Qué onda! 

—Dany… ¿Cómo estás? —contestó con su sonrisa mueca y temblorosa de su mejilla izquierda. 

 
—Bien, bien mi estimado, vi que saliste de comer…— con cierta duda le pregunté a mi cara conocida. 

 
—Sabes, un0 no tiene porque, pero debe ¿verdad? No sabes si algo que sucedió se queda ahí o se mueve y así juegas con las líneas, ya sabes, el VHS de mi papá se descompuso —con voz temblorosa, como si este fuera a llorar por las pausas y aspiraciones de su boca: me transmitió un contenido sin pies ni cabeza. 

—Ok, espero y andes de lo mejor y me dio gusto verte mi estimado —por el bien común y por mis prisas; corté con la cordialidad de saludar. 

 
Después de ese “segmento” o como se llame, le proporcioné una suave palmada en el hombro y no supe agregar o que decirle, sé que algo sucedió y no quiero saber. No necesitamos saberlo. 


Momentos después y sin pedirlo, este «amigo» me gritó con una voz rasposa a punto de estallar:  —¡Todos, no somos todos Lemus! 

 
No quise voltear, no tenía por qué, mejor me bloqueé y seguí con mi camino y con mis cosas. Al final racioné mis dudas y sé que es poca la gente que conoce otra gente que haya ido a comer al Joker de Morelos. Es desconocido el saber cuánto tiempo tiene ahí, algunos dicen que es muy caro, algunos cuantos han dicho que se puede comparar con el triángulo de las Bermudas, el Matrix o hasta en la novedad de los Backrooms.  

 
 

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