ESTRELLA AZUL


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ENTRADA 

 
 

Miguel… ¿Cuántos vatos se llamarán Miguel y han de residir a la redonda?  

—nadie se preguntaba eso—. 


Sentado y pensando en aquella señora divorciada de la fábrica, la que se hacía la difícil. Miguel se encontraba dentro de esa “vivienda” que medía unos cuarenta metros cuadrados; rentada por alguien que decía ser el dueño, pero en realidad no lo era.  


Ahí se encontraba, con su culo postrado sobre un vacío bote de pintura, tomando cerveza de una lata; del cual sabía tibia, pero que añoró tanto desde tres días anteriores. Una bocina que  se compró en una casa de empeño, de esas que tienen luces molestas y les crujían los bajos sonidos con las canciones que este escuchó en los puteros donde a duras penas acudía, eran aquellas ocasiones en que traía centavos de sobra para gastar. El plano imaginativo era cutre, daba desconfianza desde su propia lealtad. 

 


EL CAVERNÍCOLA 

 


20,000 años antes de cristo, en alguna cueva donde no se sabía si existía el tiempo. 


El cavernícola se encontraba de caza, era un sujeto de facciones fuertes, un ser humano que solamente se basaba en sus instintos, como en comer, descansar y en el seguir con lo mismo. El cometa Halley brillaba en el cielo mientras pasaba, provocando una cierta extrañeza en su rutina; que era la misma que sus ancestros procuraban desde hace mil años. 


La luna brillaba e iluminaba un valle del cual alguna vez existieron grandes bestias con colmillos, pero por alguna razón; estos ya no rondaban por las mismas llanuras. Fue un tiempo del cual no se podía medir, si su estómago pedía comida, este iba de caza, si tenía que defecar, este lo hacía donde sea. Al momento que tenía frio este debía de encender una fogata. Si la noche caía sobre el valle, este sabía que necesitaba encontrar un refugio a causa de la lluvia o para aquellos depredadores que lo achacaban. 

 

Desde a lo lejos el hombre cavernario observó un gran hueco debajo de un pequeño cerro, según; era lo más normal llegar y llevar algo de comida para hacer entender a los demás que andaba buscando donde poder dormir, sin embargo, se dio cuenta que deambulaban unas tres mujeres dentro del mismo lugar donde este buscaba acogerse. Las semanas sucedían, el sujeto de las cavernas iba de caza y traía de comer para las tres mujeres y como era de esperarse, cuando a este le llegaba el sueño; dormía, y así por las siguientes lunas.  


Pero llega un momento en el que el sujeto no podía controlar lo que él sabía que no iba a lograr manejar. Las mujeres de la susodicha cueva consistían en una mujer anciana, una mujer de mediana edad y otra apenas en la pubertad.  


El sujeto notaba que su carne se estremecía de una manera inapropiada, era más que obvio lo que pensaba o lo que llegara poder entender. Sin embargo, no fue así. Primero tomó a la mujer de mediana edad he hizo lo que tenía que hacer, no había qué batallar ya que después de esa acción a la infortunada la dejó herida con mordidas en sus senos y rasguños sobre su cuello. En la siguiente noche se fue sobre la puberta, dónde naturalmente no pudo consumar su acto debido a la extrañeza y naturaleza del organismo en desarrollo. Debido a eso, el sujeto la estrelló contra una pared; causándole una contusión en toda la cara. 


Momentos después, la mujer de edad avanzada se violentó debido a tales actos del sujeto, provocando que este último se lanzara contra ella para poder consumar el acto que dejó pendiente con la puberta y que murió por el desangro de entre sus piernas y por la rotura craneal que este le propino. La anciana lo intentó detener, pero murió de una forma misteriosa, esta había dejado de respirar. Lo más probable es que aquellas mujeres, eran una abuela, una madre y una hija pero realmente no se sabe, solamente se resalta que la humanidad no creció por falta de precariedad o moral y es ahí donde la misma carnalidad caía sobre la insoportable gravedad de los actos.  

 
Era una mañana más para este hombre de la antigüedad y este mejor fue a cazar por que el hambre no lo dejaba; y más tarde se fue a dormir por que se encontraba cansado. 

 
 

EL VAQUERO Y EL SUEÑO DE LA VIDA PASADA 

 
 

Un día frio y gris cualquiera en el norte de la ciudad, muy cerca de una terracería donde se pasean las carrozas y las carretas. El vaquero se levanta con una resaca de mil diablos, sintiendo cosquillas por dedos de ángeles en sus partes privadas. Sin embargo, todo el ambiente huele a mierda de caballo, aunque no es nada malo, llega un punto en que te haces a la idea cuando sabes que algo está mal, y al final solamente es pura comodidad. El techo de la casa de sillar se mantiene gracias a unos siete barrotes de madera vieja, mientras el olor a rancio whisky que emanan sus bigotes le recuerdan lo que había hecho la noche o trasnoche pasada. Es un vaquero sin nombre, sin fecha de nacimiento, es el año 1896, el lugar no parece México, mucho menos Estados Unidos. El clima se siente helado y no queda de otra que pasar por desapercibido en medio de aquellas piernas blancas olor a vinagre que se deleitó cuando la media luna brillaba. 


El vaquero salió del hostal para ver de frente aquella puerta de madera vieja muy bien tallada. No tiene idea si es una cantina o un salón, pero es ahí donde el vaquero desea cruzar la calle llena de lodo y mierda de caballo o vaca.  El día es blanco y todo parece una estampa impresa en blanco y negro. El vaquero quiere y desea ir hacia esa puerta, él debe o necesita entrar ahí por alguna razón. 

 
 1986 

 
 

¡Qué caros son estos cabrones! pero bueno, me voy a comprar unos cassettes en Madero, después iré al cine con la chisqueada que vive en la colonia Vitro, niña rica que más da.  

No me gustan esas canciones pop, menos las gabachas, yo prefiero las de aquí, porque soy de aquí ¡Ay cabrón! Esas botas de la tienda Estrada se ven requetebuenas, pero pos’ nomas traigo las mismas, pero pos’ no hay bronca siguen brillando cómo siempre y no hay por qué andar viendo otras. 

 
Unos cassettes de Ramon Ayala para el camino ya que para la troca no existe tregua. Al rato llego a la calle donde vive la chica que me gusta, pero lo más raro es que me vino un olor a vinagre y a caca de caballo bien fuerte a mis narices. Así que mejor me acomodo el cuello de mi camisa y me fajo bien el cinto piteado que me compré hace rato.  

 
En frente de la casa de esta chica que conocí en el baile, existe una casa muy, pero muy antigua, la puerta es tan vieja que está a punto de caerse y pareciera como si yo ya hubiera estado aquí. No tengo una mendiga idea y creo que para estos rumbos todo va a parecer un lugar de mala muerte, es más el Cine “Savoy” lo andan cerrando para hacer algo para adultos calientes.  

 
Algo me hace querer ir a esa puerta vieja porque de repente me hace sentir un raro frio de noviembre en la espalda y se siente raro. Pero mejor voy y me asomo por la ventana rota llena de calcomanías del PRI. ¡Mmmm! nada fuera de lugar, se puede ver una barra de aluminio y algo de madera vieja que huele a polvo mojado, como a fierro oxidado y nada más. 

 
 

SALIDA

 

 

—¿Cómo va todo mi loco? Supe que ya te retiraste… 

 
 

—¡Nah! No creo, como que uno se retira cuando deja de respirar en cada puta mañana, que pedo contigo mi “marraneitor”.

 
 

—Lo mismo de siempre, oye, ¿te acuerdas del loco que se mató en la casa de Juárez? 

 
 

—No, pero creo que sí, pero pues dime ¿quién vergas no se quiere matar en tierra de nadie? 

 
 

—¡Jajaja! si, la verdad que sí, ¿sabes por dónde ando? Ando acá por el entronque, cerca de tu casa […] voy por un wey que comió carbón prendido, a los vecinos les molestaban los gritos que hacía por su pinche mísera existencia, hasta donde sé el wey no le hablaba a nadie. 

 
 

 
—Una vez le dije al del Didi que puedo darme el gusto que quiera con lo que tengo y en eso este me contesto; «ten cuidado que los cuchillos no tienen el filo parejo». 

 
 

—¿Te acuerdas eso que me dijiste de las güeras ? Cuando me contaste de esa güera ya hace años. 

 
 

—No, ¿qué? No me digas ¿lo de los dedos raros? 

 
 

—Lo del lunar, la neta creo que sí tienes razón y la verdad me das miedo wey, pero al chile cuando me puse a masticar el pedo me dije a mi mismo; este culero tenía razón. El lunar o verruga está en lado derecho de arriba de la teta a unos diez centímetros hacia arriba. Las güeras, las putas de todos lados donde ando y a las que les tiro rollo en el HEB, tienen el pinche punto negro donde tú me decías, que pedo con eso mi pinche brujo. 

 
 

—Pues es algo que también he notado de todas las güeras y su acido aliento, y es que cuando de  verdad ando muy profundo con una vieja de verdad: esta se entrega y te deja oler su humor. Esto aplica con las morenas, con las marcianas, las coreanas, etcétera. 

 
 

—¡Pinche loco jajaja! Oye de este vato que se mató al chile no mames… Al yo entrar a la casa pedorra y al ver todo el pedo me saqué de onda… Neta que parecía una maqueta echa por el diablo y por un vagabundo.  

 
 

—Me acordé de esa noche en el Salón Victoria en Villagrán, pinche calle no mames. Cuando las pinches ardillas se me subieron encima, los pinches chirihuillos neta. Me acuerdo que agarré uno por uno y los empecé a estrellar en las sillas, al chile era como matar ratas de la cola contra la puta pared… 

 
 

—Sí, si putas me acuerdo ¿Qué fue? ¿Eso del 2009? En el pinche auge del desmadre, sí, si me acordé que le partiste la madre a unos cinco chirihuillos, luego ¿qué te dijo el Don que apenas atendía los locos de ahí? 

 
 

—Nah, nomás se quedó callado… Las paredes eran de madera barnizada, fácil de limpiar, pinches ojetes me querían sacar del punto, luego las pinches cholas roñosas de ahí les aventé las sillas pa que se callaran. Al año siguiente el Don Apenas me dijo que uno de los chirihuillos se murió a la verga, ya sabes una bacha más que tirar. Lo que me llamó la atención es que una gata de su pueblo que le chupaba el fundillo a Don Apenas le contó un chisme. Esta le había dicho que la mamá del vato ese que se murió a la verga se puso muy triste y se fue de loca a bares de paso de su pueblo, de ahí quedo preñada ya toda cuarentona de un trailero de Zacatecas y al morro le puso el mismo nombre ¡Jajajaja, no mames!

 
 

—¿Neta we? Como si fuera una metamorfosis… Eh we ya me voy a dormir  

 
 

—Estrella azul…  

 
 

—¿Qué? 

 
 

—Si, en toda la plática acabo de ver una estrella azul… 

 
 

—A ver explícate we, deja de meterte esos pinches tics tac que te compras en Laredo… 

 
 

—Hay una estrella azul pintada en la parte detrás del cajón del tráiler que tengo en frente, no se quita a la verga del camino… 








FIN