EL CUCHILLO
Mi estimado, no tiene nada que ver el piquete de un navajazo a un buen sablazo en el estómago. Si propinas un buen sablazo en la pinche panza; es porque deseabas decirle unas cuantas cosas, verás, existe una gran diferencia entre un piquetazo y un cuchillazo. El picotazo consiste en poner el pulgar a un centímetro de la punta de la navaja, y con el sablazo; únicamente entierras todo el fierro. La gran diferencia es que una te lleva a la cárcel si es que te agarran y la otra, pues te deja comerte unos tacos al día siguiente.
—¿Eso qué tiene que ver?
—¡Uff! tiene que ver y mucho. Este mundo está lleno de huercos que les regalaron un Polystation, y por otra parte y muy desquiciada que pueda ser, son las morras que no les regalaron el Microhornito, a estas les regalaron una “Bárbara” de en vez de una Barbie.
—Este vato que nosotros andamos buscando son de esos cuates que andan dosificando las histerias que les pasó su jefa, de esas jefas que fueron maestras de preescolar o algo así. Algún día la gente dejará de ponerle valor a su orgullo frente a lo que le da de comer a su ego. No hay números que contar, solamente rabietas que calmar.
—Es como decir que la raza caga por la boca, es lógico, por ahí tienes la receta completa que aquel psicólogo te pasó.
—Su cómplice, es un vividor de primera que no hace nada más que chantajear a su mamá y a su padrastro y a uno que otro culero. Todavía este güey se enorgullece de su decadencia y de lo que no puede cambiar; como su vejez y la incertidumbre de no saber quién le dará papilla cuando este ya ande viejo.
Intermisión
Siempre habrá un lugar donde ponerte, sin saber por qué estás o te están ubicando en esa posición. La misma propia ciega necesidad y la ambición predisponen las emociones y tus acciones. Como aquel depósito de cerveza que se convirtió en una farmacia de ungüentos y bálsamos. La ironía no es más que una consecuencia de la sorda experiencia. No recuerdo dónde me encontraba, pero me sentía feliz con solamente estar «ahí». Todas las barreras invisibles se hicieron más elocuentes en todo lo que dejé de decir. Las conspiraciones no fueron más que silenciosos díceres o hechos a medias. Me acongoja la incomodes de lo que pensé que iba a maltratarme. Más necios reactivos, menos mis pasivos analizadores, como si fueran osos hormigueros buscando el agujero lleno de hormigas y metódicos como un ave de presa. Destellos de electricidad portátiles que ciegan con asombro mis retinas.
—¿A dónde vamos?
—Tenemos que hablar con el culero de Satín… el culero nos debe una explicación.
—A chinga ¿y por qué nos debe una explicación? ¿Y por qué putas le dicen así?
—Es por qué no sabe qué hacer con su pinche vida más que andar de sastre. Ya es un señor grande, pero algo tiene que no ha podido envejecer. La verdad se me hace muy extraño que no haya envejecido.
El sastre.
—Hace mucho que no venias ¿vienes a que te arregle el pantalón? Ningún pantalón te queda, siempre ha sido el problema contigo. No dejaste que tu cuerpo creciera, la gravedad tenía algo contra ti mi niño.
—Ok, dicen que usted es un vampiro o algo así.
—Puede ser o no, yo conocí a tu abuelo cuando acababa de llegar aquí. La última vez que lo vi este se me quedo mirando y me preguntó “por qué no te haces un pinche chicharrón como los demás”.
—Puede que haya tenido razón, pero bueno no vengo a reclutar gente para La Liga de la Justicia.
—Una vez te dije que cuando cortas tela no hay reversa, no se puede volver a coser como estaba antes, es lo mismo que te pido con tus acciones... ¿Volvió?
—¿Esa cosa? Sí, regresó, no le quedo de otra que regresar, esta cosa se expande como las medias en las piernas de una mujer.
—Nunca se te quitó lo poeta, te hace mayor daño que favorecerte por el lado bueno.
—Me acuerdo verlo visto en ese mercado, aquella cosa, eran los noventas y yo contaba como unos nueve años de edad, mamá me dijo que era un mercado nuevo en donde a la gente le gustaba estar tranquila. Pero ahí lo vi, sentado, en el cuerpo de un comerciante, vendiendo cosas fosforescentes, al final aquella cosa se me quedo mirando como si fuera un culero cualquiera.
—¿Después viste que estuvo más tiempo ahí verdad?
—Si, lo vi con una prostituta a los veintitantos en los puesteros de Reforma, después lo vi en la mirada cansada y corrupta de un policía cuando tenía como unos treinta. A veces se propaga, se desvanece y luego viene con cierto nivel de fuerza.
—Las cosas se quiebran por algo, el rompimiento necesita de las mismas cosas. Así es esto, aunque te preguntes si es como debe de ser. Tienes tus deberes, sin embargo, tienes tus quehaceres. Por ahí escuché que andas viviendo solo. En ocasiones a la gente le gusta decidir qué cosas necesita tener cargando en la cabeza, a la mayoría les da miedo sentir que todo está bien.
—Me acordé de aquella historia que me contaron del vecino de Apodaca que se murió por comer un chorizo echado a perder, la gente contaba que su alma en pena gritaba “chorizooooo” por las noches. A veces lo que da miedo, da risa y lo que da gracia te da temor.
—Tienes que regresar…
—¿A dónde?
—A las calles en las noches, con esa muchacha que entrenaste no es suficiente, necesitas que apoyarla.
—No lo sé Don, yo ya estoy viejo para eso, no tengo la cabeza ni piernas para eso. A parte el depravado del Uber anda perdido con una señora en Centroamérica.
—Mi papá peleó contra los espías nazis, aquí en Monterrey. La maldad no acaba, solamente empeora y cambia de forma, generacionalmente hablando… Tienes que regresar.
FIN