SISTINAS
1992, Camino a Dulces Nombres
Caso XXXXX243-XX, carpeta cerrada en espera de averiguación previa o a posteriori.
Estado: No resuelto.
«El Lincoln no se había sentido tan bien desde que lo llevé a afinar, y esto de tanto en tanto andar de vuelta de rueda, buscando un lugar donde estacionarme. Algunos amigos se perdieron, fue tanto así que se me olvidó que uno de ellos ya tenía unas semanas que había muerto en el hospital civil. Al final del día es un poco difícil ser yo, consta en tener que dejar de ser alguien en ciertos ratos y en ciertos momentos, ya ni me cala que me digan lo que me digan»
Se llama Pablo, son las casi seis de la tarde, parece ser que el sol se está mal enamorando de la tierra árida de este lar. Los arbustos que se asoman en las orillas de esta tierra sin nombre sé estremecen, son contados, como los variados buenos momentos. Los días no son iguales, algunos son más frescos y otros más calurosos, las noches son azules y la gente tiene miedo y el temor en sí no le daba importancia a la gente.
«Enciendo el clima, me siento fastidiado, el cielo es muy azul y otra vez observo aquellas sombras en mi ver. Creo que el doctor me dijo que iba a hacer uno de los síntomas, ya que el medicamento se encontraba en cierta etapa de experimentación. Tengo cuarenta y dos años de edad y nunca me había hablado tanto hacia mí mismo, ya llevaba tiempo que no sospechaba si me estaba volviendo loco. Pero no importa, quiero gozar con el chico que conocí en aquel Bar llamado “Apolo”»
Se escucha “Sistinas” de Danzig en la radio, es media noche y a lo lejos los ecos de los trailers se hacen escuchar; la desesperación de Pablo se hizo notar al no poder respirar bien; el polvo andaba haciendo de la suyas y todo esto debido al viento que soplaba tan fuerte como las ganas de Pablo por ver a su amante.
«Te habías tardado» Pablo le exclamó al chico que se encontraba esperando.
«No hay mucho que esperar, la verdad» aquel chico del Bar Apolo le había contestado.
Los besos que se daban entre ellos dos, provocaban que sus ojos se cristalizaran y las luces del horizonte brillaran en forma de estrellas de cuatro picos. El frío de la noche invitó a calentarse, y el motel de paso ensamblaba aquellas aventuras hollywoodienses. Estos dos parecían bombas a punto de explotar, presas a punto de reventar después de encontrar al correcto cazador.
«¿Sabes que es lo que más me molesta de chavos como tú?» Pablo con un tono de queja se cuestionó hacía el chico.
«¿No sé, por que estas tan seguro de lo que te puede ó no suceder?»
Dos dias después…
Aquella mañana el ministerial contempló el monte dorado pero muerto, el calor seguía retumbando y los peculiares espejismos de la carretera deformaban su ver. Así que este mejor se quitó los Ray-Ban y pudo observar de mejor manera en la sombría oscuridad del cuarto de este motel. La víctima, aparentemente homosexual, de unos cuarenta años de edad, con lágrimas secas sobre sus mejillas debido al polvo de la noche y la sequía. Por más intervenciones futuras por parte del forense, nunca se pudo saber qué fue lo que hizo que este sujeto quedara tendido sin vida en aquella cama.
El corazón no se rompe, se desgaja, este se mutila para aliviarse desde diferentes capas y se reorganiza. La voz del silencio o la chingadera que fuera, no transmitía nada, solamente hacia ruido.
FIN