1986: LOS PARALELOS DE MI PADRINO
Se escuchaba en la radio la canción llamada “Drive” de The Cars, corría el año de 1986. Mi padrino apagaba su segundo cigarro en el cenicero de su Mustang modelo 1985. Eran las casi seis de la tarde, este acababa de salir de una junta del Antonio’s Restaurant acompañado del mismo sombrío del ambiente. Otra vez ellos, los hombres viejos de sacos brillantes y camisas de buena tela, fumaban sus puros y tomaban su cerveza de etiqueta Carta Blanca vertida dentro de un frío vaso de vidrio. La luz de una lámpara iluminaba aquellas caras hinchadas y arrugadas, mientras sus voces parecían iguales; cansadas y pesadas.
¿Sabes una cosa mi ‘C’? tú sabrás cómo andamos con los andamios, ¡no nos vayamos a caer! —con unas risas seguidas y con una tremenda tos terminaron la oración para rematarla con…— ¡Hay que checar a las chicas, esa madre que dicen que viene de Nueva York esta cabrona!
Mi padrino salió disparado del lugar para encontrar la luz de la puerta trasera de la cocina, ya no quería sentir el frío atroz de los climas artificiales que enfriaban en aquellas tardes del mes de agosto.
Subiéndose a su automóvil, de la guantera sacó su crema marca “Wildroot” con el fin de aplicárselo en el cabello. Este dio un respiro y mejor encendió uno de sus cigarros marca “More”, de esos que se compraban de contrabando desde el otro lado ya que él tenía amigos que se los conseguían. Realmente le daban estilo, los fumaba para poder atraer a las chicas que no tenían nada que perder, de esas que reprobaron la técnica en secretariado, de aquellas que sabían qué tenían las piernas bonitas. En pocas palabras a eso se dedicaba este dandy, un hombre de estatura baja, de botines siempre limpios, pero con un carisma que volvía loca hasta a la mujer más cuerda.
Hacía calor, era el mes de agosto, mi padrino tenía que pasar por una muchacha que vivía en una colonia nueva que habían asentado en el municipio de San Nicolás de los Garza. Días antes le habían indicado que la llevara al autocine “La Pastora” y no habían pasado muchos minutos para encenderle un cigarro a esta chica vestida de sombrero color oscuro, vestido blanco ajustado con un cinto de piel color café claro. Mientras tanto, con los tacones de sus rojos zapatos raspaba la tierra que había en el lugar y una pequeña discusión salió.
¡Quién va venir por nosotros! —ella se cuestionó por tal espera mientras él contestó— ¡No lo sé mamacita!
No se sabe cuánto más tardaron, pero llegaron y desde un Lincoln se bajaron dos sujetos altos y vestidos de camisas oscuras con tono color ceniza, de cuello bien planchado y pantalón bien arremangado.
¡No te muevas C! —estos tipos le gritaron al dandy de mi padrino tomando con fuerza a la chica de los brazos, y esto para alejarla del Mustang y de algunos metros de él—.
Uno de los sujetos le puso una bolsa en la cabeza a la chica de nombre desconocido. Mientras mi padrino intentaba detenerlos… ¡Cabrones quienes son y por qué hacen estas fregaderas! —había gritado mi padrino bien encabronado—.
El de la cara más rígida desfundó una pistola de su pantalón y le sembró un buen golpe en la cara. En eso y sin más, el mismo sujeto se regresó con la chica que llevaba la bolsa puesta en la cabeza para meterle un seco balazo en la sien. La sangre se esparció dentro de la bolsa y un chorro de orina brotó desde la entrepierna de la chica.
El silencio alarmó la tranquilidad, el hombre que se jacta de ahora ser mi padrino, un hombre de treinta y cuatro años de edad en aquel maldito año de 1986; se había quedado y rendido de rodillas. Observaba cómo la sangre de su frente goteaba poco a poco sobre la tierra de este autocine donde muchas parejas iban a pasar una buena noche. Sin embargo, uno de los sujetos se le acercó con delicadeza y le entregó un pañuelo para que este se limpiara.
En ese sin sentido silencio, donde solamente se escuchaban los coches pasando por la avenida más grande; mi padrino se cuestionó en voz alta: ¿Por qué?
—Ella no tenía esa madre, estaba limpia, ni una pinche roncha tenia, y era madre de una niña, contéstenme perros… ¿por qué lo hicieron cabrones? ¿por qué a ella?
—No, nada de eso mi estimado, nada de eso… venía la orden de arriba, es una de las chicas que le enviaste al señor, y tú muy bien pinche sabes que no se puede hacer mucho escándalo, menos sí el Don anda a la mitad de su mandato. Mira, te voy a ser sincero, me pidieron que te metiera un plomazo… Pero llegó alguien de más arriba y nos dijo que te dejáramos en paz, que había algo de un ahijado o algo así, pero no sé, vale madre, nosotros hacemos lo que nos dicen.
—¿Ahora qué van a hacer?
—Nos la vamos a llevar, aquí no pasó nada mi dandy… Sobre eso de la niña que tiene y esas cosas, ya sabes para qué sirven las muñecas rotas que tiran a la basura. Ya sabes para qué sirven cuando crecen.
Un año y meses después.
Se escuchaba en la radio “Shattered Dreams” de Johnny Hates Jazz.
El día era muy azul y se acercaba el mes de febrero, el frío se quería ir, pero el calor deseaba llegar. El clima era perfecto para todo, justo para irse por la carretera a uno de esos bares en medio de la nada. Mi padrino había salido de verme en la iglesia y se preguntaba por qué su compadre el “Javis” le había puesto un nombre tan raro a su segundo hijo y ahora ahijado de él.
Se parqueó en el lugar, era otro bar con el logo de la cerveza Carta Blanca en la fachada donde ya casi estaban por encender las luces de neón. El azul del cielo se contrastaba con el monte seco y color guindo que se veía detrás de este lugar de paso. Se podía oler el humo del cigarro saliendo de los ventiladores, como también el fresco del clima artificial que ambientaba el interior. Al mismo tiempo su perfume marca Brut que siempre trae en su guantera; se emanaba desde su cuello y de su camisa de diseñador Versace.
El lugar olía a ese limpiador que promocionaban en la tele, mientras se transmitían partidos de equipos desconocidos en las televisiones postradas en las paredes y patrocinados por la parabólica fijada en el techo del negocio; y que robaba canales de todo el mundo. El lugar estaba casi vacío, las mesas brillaban con la luz neón de color azul y morado, mientras el piso reflejaba de forma revoltosa cada arista o forma del lugar. La cerveza de lata roja y fría llegó a la mesa y una mujer de rubio cabello falso como las excusas de hoy; se acercó.
Una tarde-noche, con una mujer madura encima de él, donde la oscuridad escondía las arrugas de la regordeta diosa. La cerveza y los cacahuates cayeron al suelo, el dueño que a la vez era el encargado de la barra se había ido a comprar hielo.
Dos horas antes.
Fumándose el segundo cigarro seguido, mi padrino se puso a recordar aquellos tacones que raspaban la tierra. Pero mientras le daba una calada al cigarro, este volteó a ver la abandonada hacienda donde acababa de salir, sabiendo que había dejado a los dos sujetos desconocidos que conoció en aquel autocine, aquellos mismos que hace un año mataron a una inocente mujer. A estos les había sacado los ojos mientras morían de un balazo en las tripas; los tipos se encontraban moribundos y medio inconscientes por el aceite de motor que horas antes les obligó a inhalar.
¡Qué pinche nombre tan raro le pusieron a mi ahijado, ahora me encargaron que cuide de él y le enseñe como va a ser todo para el! —mi padrino se hizo preguntas al apagar su cigarro y observó fijamente la carretera—. Los de arriba se lo habían encargado, quienes con quien no se podía negociar un “no”.
Se escuchaba la canción “The Captain of Her Heart" de una agrupación musical llamada Double. Mejor, este se dirigió al bar más cercano que manejaban uno de sus fallecidos jefes. Ahora es hora, de ser él quien se dé órdenes.
FIN
Banner: Collage Animotion (Cover Álbum) Mustang 1985.