EL NUEVO HERODES
1961, Unión Soviética, en alguna ciudad que se parece a otra.
La pared era de un pálido color verde, los muebles pintados de un café sombrío, parecía existir una neblina en el ambiente, pero no era más que la niebla de la mañana que quedó encerrada en ese viejo auspicio burócrata. Petra se encontraba tecleando en la máquina de escribir, como cada mañana y como cada parte de la tarde. Sin embargo, el excelentísimo general Curtovich se asomaba desde su oficina cargando una ansiedad de extraña causa o razón alguna.
En las primeras horas del día, exactamente a las nueve de la mañana; el general salía de su oficina y sacaba su Makarov de 9 mm para de inmediato cortar cartucho. Este se posicionaba detrás de Petra, apuntándole en la nuca, de lunes a viernes pareciendo ya una rutina mortífera. Cuando sucedía, esta última dejaba de teclear y el silencio del lugar se ponía a bailar con la niebla antes mencionada. Al primer sollozo de Petra, el generalísimo relajaba la muñeca y guardaba el pequeño mortífero de regreso a su cintura. Sus pequeños gemidos internos se escuchaban hasta la fría Siberia.
2021, Iglesia de la Virgen del Roble, Monterrey.
La cara de la amargura no es muy diferente al rostro de la tristeza, sería como jugar un aburrido videojuego repetitivo. Así se le ve la jeta a un buen conocido restaurantero al ver cuándo este tira la comida casi a punto de echarse a perder. Mientras yo, me comía una barra de energía y me tomaba una botella con agua mineral.
¡Las cosas ya no andan como antes mi brody, hasta eso, creo que estoy pagando por lo que dejé de pagar! —el hombre del restaurante me lo comentó de forma despectiva— Ahora tengo que hacer cosas que no quiero hacer.
La gente está haciendo cosas que no hacía antes, ya lo había dicho, no es algo nuevo, pero es que la economía se está yendo en picada, mi buen —le contesté al intentar empatizar con su miseria—.
Caminando por la calle llamada Juan Ignacio Ramón, una chica se encontraba sentada y fumando en una banca, una joven mujer de alma adulta pero de espíritu cansado. He notado que algunas personas no son más que bombas de tiempo, debido a que sus propios agujeros negros en las pupilas lo delatan, son como pequeñas explosiones involuntarias. Se muy bien que dice una mirada, sé que ella podía hacer cualquier cosa para ganarse un billete. Puedo oler la desesperación, así como si fuese la de un gatito maullando de dolor al mirar a su progenitora envenenada por un desalmado. Todo lo anterior en silencio, sin premura, en una pequeña caminata de quince minutos.
Tengo que ir a la Iglesia, el Abad desea hablar conmigo, sí, aquel hombre extraño que no sale, que no hace uso de telas ostentosas, el que también sabe todo de lo que otros supieron hace cuatrocientos años desde la fundación de estas tierras. El pergamino va pasando de mano en mano, los secretos y las reliquias; las sabiendas abstractas o concretas se hacen ver en el fondo de aquella parte trasera de la Iglesia donde no entra cualquiera. Frente al gigante Roble, cortado de las raíces, pero verde en sus ramas, la majestuosidad de la Iglesia del Roble resalta entre el olor a elote cocido, el hedor del drenaje de la Avenida Juárez y los hastiados aromatizantes con los que friegan los pisos de los negocios.
Al entrar, puedo sentir la mirada de los Santos, así siempre fue desde niño. Sobre todo el de San Martín De Porres, este no aparta la mirada hacia mi aunque no lo mire directamente a los ojos. Es incómodo, pero tengo que caminar entre esas treinta filas de bancas llenas de personas sentadas en una distribución muy random, aunque puedo deducir que todo aquello tendrá su explicación, lo puedo apostar y esto gracias a mi simétrica paranoia.
¿Cómo estás? —el abad preguntó.
¡Bien, padre, padre! —contesté algo constipado y con resaca.
—Tómate este té de laurel, te hará bien.
—Ok Abad… que bonita taza ¿de dónde es?
— Te asustarías al saber del lugar de donde vino esta taza, muchacho… Son totalmente irresponsables las convicciones de los demás ¿por qué los jóvenes de ahora usan el orgullo como mecanismo de defensa y no como una sustancia de sus buenas acciones?
—Como aquel dicho que dice “existe más gente buena que mala”, pero ahora pienso que es al revés. ¿Cuántos niños morirán? Vi el informe de los jesuitas, pero prefiero basarme en lo que dicen en Múnich.
—No muchos, pero sí va haber, esta cosa va a mutar y peor de lo que pensamos, como sabrás tenemos dos mil años existiendo, hemos visto todas las pandemias.
—¿Qué puedo hacer con los descarriados?
—Deberías de leer la historia del santo que fundó la iglesia de Glasgow, bueno, fundó la ciudad completa, en aquel tiempo había salvajes pictos , déjame contártela…
«Poco después de terminar su formación, San Mungo fue a la casa de un hombre santo llamado Fergus en Kernach (Carnock cerca de Stirling). Este encontró a Fergus en su lecho de muerte y el último deseo de este era que su cuerpo fuera colocado en un carro tirado por dos toros indómitos. Para eso, Mungo debía seguir a los toros y enterrar a Fergus donde se detuvieran. Estos viajaron hacia el oeste durante unas treinta millas antes de llegar a un monte que cargaba con una gran roca gris y una hermosa quemadura debajo de la misma. Aquí es donde Fergus fue enterrado y San Mungo construyó su choza. Mungo se refirió a este lugar como "Glasgu" o el amado lugar verde. Esto se convirtió en Glasgow y la iglesia se convirtió en la Catedral de Glasgow»
—¿Esto que tiene que ver con todo lo que le comenté? con la gente descarriada sin rumbo que me topo a diario.
—Las mismas particularidades son las que te dictan el cómo se están dando las cosas, te pusimos ahora en esa posición, has lo que sabes mejor hacer.
—¿Qué?
—Sentirte dios, pero no dejes de ponerte la vacuna, te necesitamos sano para lo que viene.
1991, Palacio Postal, Ciudad de México.
Las oscuras medias bien ajustadas en las piernas de una mujer originaria y criada en la capital, se galanteaban desde el segundo piso del Antiguo Palacio Postal, lugar en dónde la luz entra y crea sombras por las columnas de acero y barandales que adornan este bello lugar.
—¿Cómo estará nuestro muchacho?
—¿Muchacho? Apenas tiene unos cuatro años el mocoso ese, no sé por qué lo injertaron en Monterrey, es pinche rancho con fábricas. Los de arriba tienen planes para él, así que deja que crezca. Oye, te noto enferma ¿no tendrás esa madre verdad?
—Si, si tengo eso, me lo pegó el melenudo que conocí en la disco en el 89´, creo y me quedan un par de meses…
—Mal, muy mal chachita ¿Y ahora quién va a guiar con el muchacho?
—Tú…
—No, no no, no la chingues, ya cumplo cuarenta este año, ya estaré viejo.
—Según es parte de los protocolos del nuevo señor, él quiere que sea así, a parte quieren borrar todo lo que dejó Velázquez. Él es el futuro y debes saber orientarlo con los dinosaurios.
—Está bien, al cabo ya van a rehabilitar el Palacio Federal de allá.
2021, Base de datos, Parque Fundidora.
Me encontraba viendo los registros crimínales y me encontré con uno muy chistoso, dictaba de un sujeto que se había suicidado con el calzón de su ex mujer, pero digamos, realmente es válido deducir que este rompió la prenda intima para poder atársela en el cuello, pero no fue así, este se tragó la tela entera echa bola, murió ahogado.
La situación del Terry Bogard, un personaje muy conocido de la saga de King of Fighters. Las arcadias se hacían escuchar en aquellos tiempos, eran el boom del momento. En aquellos años todo era diversión, gloria y derrota. Sudores salados en telas de ropas viejas y percudidas. El olor al queso barato en las frituras, el ácido de las fichas que a cada momento se destapaban para refrescar mediante azúcar y burbujas a los visitantes en aquellas casas acondicionadas como salas de entretenimiento.
Ahí estaba, ese niño que siempre elegía a Terry Bogard para poder ganar las entrañables peleas en ese videojuego de alquiler. Aquel personaje que lanzaba fuego por medio de sus manos y derrotaba a sus oponentes más fuertes y temibles que eran parte de este título digital.
Un día, este niño llegó con un bote de gasolina que había robado del taller de enderezado que su papá trabajaba casi a diario. Este sabía que con un encendedor lograría recrear al fuego del buen Terry Bogard. Sin embargo, este al llegar al montón de niños y adolescentes, lanzó el líquido desde su mano y encendió la chispa al mismo tiempo, provocando un fuego descomunal.
Dos niños quemados con gravedad; fue el resultado del acontecimiento.
2021, La llamada extraña.
—Hola, hola, buena tarde.
—¿Eres tú verdad?
—Si soy yo… disculpe ¿quién es usted?
—Nadie, pero con suerte puede decirse que soy alguien. Dejémoslo así.
—¿En qué le puedo ayudar? Tiene un acento raro ¿De dónde me habla?
—Lo estás haciendo… sabemos qué posición tienes con nosotros y lo que haces todos los días. Solamente me encargo de saber qué es lo que haces en cada movimiento y en tus redes, en tus contactos, en todo (risa robótica).
—¿Qué quieren de mí?
—Prácticamente no mucho, eso sí, tendrás un futuro muy brillante por solamente hacer lo que estás haciendo.
En eso ultimo que me mencionó, la voz empezó a cambiar su tono como si fuera la de un niño... Al final, la voz cambió a la de una mujer y se cortó la llamada.
Pude deducir quien era, sin embargo, nunca había tenido una llamada compuesta de únicamente ceros como número de identificación. Hasta eso, creo que no era humano, no era más que un manglar de inteligencias artificiales dándome las gracias… pero a la vez este mismo advirtiéndome de algo, bueno o malo… o de otro concepto o adverbio que todavía no conocemos nosotros los humanos.
Artistas: Banner >IG: @massiveface
Fotografias públicas.