EL FANTASMA DE LA COCINA y LA MISERICORDIA DEL DIABLO.
EL FANTASMA DE LA CASA
Es mañana, otra vez con el dolor de estómago, el achaque de la cabeza, la columna que no cesa y mi crónica alergia que no acepto padecer. Ya casi cinco años viviendo solo desde que mi mamá falleció y le heredó la casa a la inútil de mi hermana. Sin embargo, por ahora tengo que bañarme, después será hora de encender la laptop; debido a que tengo que trabajar en esa cosa llamada “home office” (‘trabajo en casa’ para los que no saben inglés). Qué barbaridad, es difícil saber aquel idioma anglosajón pero por si fuera poco y como si fuera una vil ventaja; mi salario sube a un cuarenta por ciento con el que actualmente se estima en el mercado, aunado con mi experiencia como community manager (en pocas palabras un bueno para nada).
El café se escucha al terminar de filtrarse en la cafetera y otra vez me acuerdo de ella. Recuerdo que fue un regalo que me dio del año pasado, sinceramente no es nada fácil olvidarme de esta mujer cuando tienes algo que inconscientemente usas todos los días. La verdad es que fue mi maestra de idiomas y eso hace que este más arraigada en mi día a día, entre neurona a neurona. Carajo, extraño el olor de su nuca, olía como a guante de látex, como a cualquier arroyo artificial en una colonia municipal. Cuál fuese lo malo o lo bueno, todo eso lo terminas extrañando.
Las puertas del gabinete de la cocineta abren y se cierran por si solas…
—Muy bien… buenos días desconocido ¿Cómo amaneciste hoy? ¿Te picaron los mosquitos? Un portazo; sí, dos portazos; no.
—«Dos portazos».
—¡Ja, lo sabía! No tengo idea si duermes, y no creo que te logren picar los mosquitos. Sabes, en ocasiones las palabras se pueden interpretar de diferentes maneras, eso me comentó un psicólogo de nombre raro, y que me pidió que conviviera contigo… que lo hiciera a menudo. Este me dijo que debía adivinar las “probabilidades de reacción” o algo así. En serio, si ese güey fuera un bocado, este sería un pedazo de pan duro echado a perder en medio de una hambruna.
—«Un portazo»
—Este compadre mío me indico que me sentará en la mesa y me pusiera a charlar contigo, me pidió que me pusiera de acuerdo o que llegara al desacuerdo para contrarrestar de nueva cuenta con un acuerdo. En serio, no puedo suponer que eres o saber qué quieres. Según leí, es porque andas enterrado bajo la casa y en serio te lo digo… No voy a desenterrarte nomás por que sí.
—Tres portazos…
—En serio, no sé qué signifiquen los tres portazos, pero esta cocineta la compró mi ex novia el año pasado, unos dos meses antes de que se largara. Por la intensidad de la fuerza en que diste esos tres portazos creo que sí andas muy molesto mi estimado. Bueno, me dijo mi amigo que te abriera la puerta del patio, me indicó que te mencionara que no debes y no debías nada, que no le debes nada a nadie. Repito, no tengo idea quien seas, pero hoy me doy cuenta que las más simples acciones son las que dan las mejores explicaciones. Mira, te abro la puerta, vamos, ve, sal de aquí.
Una luz casi cegadora se materializó en el área de la cocina y que obscenamente provenía de la puerta. Al final del destello, nunca se había sentido tanta paz en la vida de este hombre que trabajaba en “home office”. El fantasma era él y se aterrorizaba el mismo.
LA MISERICORDIA DEL DIABLO
¡Tres pistaches y un vaso de agua mineral, no tan fría ni tan caliente, y la destapas en frente mía! —el sujeto le indicó claramente lo que deseaba— Me lo sirves en un plato blanco de porcelana que no esté sucio.
Era un restaurante italiano, donde el cocinero era italiano, el dueño del mismo origen, pero el mesero sin ninguna pizca de estirpe o similitud. El lugar se encontraba sólo, en sí, nunca hay mucha clientela aun cuando este mafioso se tiene que comer sus tres pistaches y hablar con gente que no entiende lo que debió entender y a consecuente: “hacer”.
¡Las cosas siempre deben encontrarse en el aire, las palabras flotan y lo demás se mantiene fijo! —el italiano mafioso abría su primer pistache— Solamente tenías que hacer una cosa y no la hiciste. Verás, en ocasiones mi padre tenía que ser de cuidado, hablo del momento de tratar con él, ya que este a menudo pedía que le indicaran las cosas de una forma muy extraña, no con un “por favor” ¡Nah! La amabilidad es un fiasco mi cazzo. Este señor siempre se le pedían las cosas por medio de la famosa y trillada psicología inversa, a este siempre quería que le dieras una indicación “contraria” para que por fin las hiciera y al final no lastimarás su patético orgullo. Por ejemplo, si querías que este testarudo fuera a tirar las sobras de la carne para los perros, tenías que decirle que no fuera a tirar las sobras, de esa manera el hacía lo contrario para que no se le lastimará la dignidad, siempre teniendo esa actitud anárquica. No sabemos muy bien qué pudo haber sido, pero teníamos ciertos antecedentes de ello. No importa.
¿Qué tiene que ver todo esto con lo que me estás diciendo? —preguntó el sujeto desconocido y de extraño nombre de pronunciar, mientras el misterioso mafioso abría con dificultad el segundo pistache.
—Ah, tiene que ver mucho mi estimado, mira detrás mío en este sombrío restaurante, notarás que se encuentra un sujeto que no hace más que quejarse de sus mismas excusas. Es de esa forma en que las justificaciones se vuelven como si fueran capas de moho, así como las que aparecen en el azulejo de cualquier baño. Al mismo tiempo entrelazas la forma en cómo manipulas a los demás. Mira, le acabo de meter una patada a la pata de esta mesa. Observa como la botella de vino, el frasco de la pimienta, y el fetuccini se mueven. Así es como mantengo el control; por medio de las vibraciones, y por lógica tú debes de calcular cada cuando debes lanzar una vibración, lo demás se mueve como tú quieres. No cabe duda que la física da mucho de qué hablar con tan poco decir.
El mafioso terminó de comer su tercer pistache y en menos de tres segundos, abruptamente desde el fondo del lugar, un sicario salió desde la cocina para encajarle un tipo de pica hielo a uno de los orificios de la nariz contra el sujeto que se encontraba en solitario y antes mencionado por este signore, mientras este se encontraba deleitando un delicioso fetuccini.
Así es como Dios lo quiso o Satanás lo deseo.
FIN