EL VATO DEL UBER: LA LEYENDA DEL JUDÍO ERRANTE

 1876 

 

El judío errante, el mito de la eterna culpabilidad



El judío errante iba galopante encima de su carreta, pasando por todos los ranchos de Nuevo León, donde todavía existían algunos poblados donde se le decía “Nuevo Reino de León”. ¡Ajúa!, Los hombres gritaban como jilguero en su monte al ver cómo se desvanecía el polvo al pasar la carreta llena de lechoncitos. Pobre hebreo, venía escapando de algún país lleno de cosacos que lo detestaban. Sus deseos de llegar a nuevas tierras eran muy emocionantes, por qué debido a que cuando terminas algo, quiere decir que puedes terminar con algo más.  

 
 

Un sujeto de buen ver, ni parecía judío, aparentaba un porte alemán u holandés. Las chicas jóvenes y tontas se morían por el extranjero que venía en carreta. Los hombres de los pueblos y los supuestos líderes que lideraban su propia ignorancia acordaron que con el hebreo se casasen sus hijas o sus sobrinas. En cada pueblo este judío pidió la mano de la más bonita y les dejó un cerdito hembra y uno macho. El según enamorado les prometió que volvería en unas lunas que podían convertirse en varios inviernos, pero con la promesa de ver a sus cerditos rechinar de alegría y de vida al momento que este regresase.  

 
 

 
 

Sábado 14 de marzo del 2020, a las afueras del Cielo Men´s Club, en algún puesto de Hot-Dogs. 

 
 

 
 

—¿A cuánto los traes compa? —el del Uber salió del putero como eso de las putas tres de la mañana. 

 
 

—¡2 por 40 jefe! —el hombre de los hochos contestó 

 
 

—Dame dos compa, ando hambreado, ya sabes de qué hambre, los vatos tenemos muchos tipos de hambre, algunas van para la boca, otras para la verga, otra para la cartera. Y así te vas —el vato del Uber hizo fricción en las palmas de sus manos al ver los hochos calentarse. 

 
 

—¿Va querer con todo jefe? — el del puesto preguntó. 

 
 

—¿Todo? Pues claro que sí, de que sirve hacer todo por poco ¿Veda? —el del Uber cambió su tono. 

 
 

—Ta bueno…— contestaron los dos chicos que atendían el puesto. 

 
 

—¿Sabes que esta bueno? Llegar a tu casa y lanzarle un fajo de billetes a tu vieja mientras anda jetona, soñando o pensando en sus mamadas. Pinches billetes, algún puñetas se los pasó por los huevos y ahí andan circulando entre los dedos de cada quien. Mas bueno el culo de la pinche chirihuilla que me atoré hace rato. Apretado como debe de ser, majestuoso como la conquista de Tenochtitlán. Oigan ¿No son de aquí verdad chavos? 

 
 

—No, somos de Pachuca— los chicos le contestaron mientras le daban vueltas a las papas. 

 
 

—¿Y no te has topado con alguna prima tuya por estos piqueros? Me decía un compa, que es como comer tortilla echa a mano, masa echa en metate, ya sabes y esas mamadas… ¿Crees que en quinientos años se les iba a quitar lo salvaje? pero no, que chingados. Soy medio folclórico. Me gustan los hotchos, neta que si compadre, es muy práctico comer este pedo, puro pan y una pinche salchicha… ¿No se les antoja la verga de tanto ver estas madres? Bueno, no se enojen mis “Chip And Dales”. Los hochos ¡Ja!, tenía una novia que tenía un ex vato qué se hizo coco, le gustaba nomas por ahí, y todo por culpa de ese vato. El despecho le dejó la entrada principal como el cuello de una camisa vieja, ya sabes; las urgías con desconocidos para suprimir su dolor. Pero ahora no tiene arreglo. Saben, soy medio psicólogo, es más, tengo un compa que es psicoloco. 

 
 

—¿Va a querer otros hochos?— los chicos foráneos que seguían aguantando a este imbécil le ofrecieron otra promo. 

 
 

—¡Si échalos mi chacho! Bueno, el pedo es que cada vez que a esta morra le daba por el nudo de las tostadas, salía el olor de los hochos que nos habíamos echado en Morelos. Cada vez que me trago estas mamadas me acuerdo de eso. Fue una buena vieja que le pasaron muchas jaladas, me echo esta cebollita a su salud ¡Mmmmm! Oigan ¿Se acuerdan del vato del “Fua”? El que gritaba Fuaaaa… 

 
 

—¿Qué quiere jefe? —uno de los chicos debidamente se molestó por tales comentarios tan burdos. 

 
 

—Quiero que me digas quién va a salir el día de mañana de este pinche Bar que está a lado y si no me dices las placas de la nave, alguien durante la próxima semana y sin darte cuenta; pasará con un camión y te va a atropellar a la verga con todo tu carrito… ¿Quedamos claros? 

 
 

El vato del Uber lanzó su ultimo bocado al aceite del pequeño puesto e hizo que los chicos se asustaran al caer pocas gotas de aceite caliente en sus brazos. 

 
 

—¡Ahí nos vemos culeros! — el vato del Uber finalizó dirigiéndose al coche, mientras encendía un cigarro y seguía con lo suyo, mirando fijamente a las chicas que se paraban enfrente del Hotel Rayón.


 

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Un año después… 

 
 

—¿Por qué me cuentas estas mamadas? Siempre es la misma chingadera contigo… fue cuando andabas buscando al “Mennen”, y a todo esto ¿por qué le decían así güey? 

 
 

—Al hijo de la verga le decían así por qué le gustaba bañar a las morras con champo de bebe de esa marca… luego de que las madreaba y las cortaba, ya está guardado ese güey, lo transfirieron el día del desmadre del Topo.  

 
 

—¡Pfff! me caga esta esquina… mira ahí va el hijo de su puta madre. 

 
 

“El moches” paso desapercibido al ver las placas del carro y el tipo de marca del mismo. 

 
 

—¡He he he! ¡Mi estimado! —le grité al caminante sin camino… 

 
 

—¿Qué paso? ¿qué? —con gran susto, este volteó su cuello al ver como yo echaba la ceniza del cigarro al suelo, bajo este rojo atardecer casi hecho noche.  

 
 

—No bajé la ventana de okis mi buen, acércate a la verga, déjame preguntarte algo… Alguna vez te has preguntado ¿Cómo será el lugar donde vamos a valer verga? —cuestioné al transeúnte. 

 
 

—¿No sé, cómo?— el vato se quedó rígido al escuchar mi voz. 

 
 

—Si, si, a veces cuando estoy cagando o caminando pensando en puras pendejadas me pregunto a mí mismo ¿cómo es que voy a valer verga? O sea, me voy a morir de alguna forma, pero ¿cómo? ¿dónde? ¿cuál será el lugar sagrado donde me cargará el payaso? ¿Será en alguna cantina? ¿Cogiendo? ¿Comiendo en el Pollo Loco? Mira, mejor súbete a la verga —al final inquirí con esa indicación. 

 
 

—¡Esto es secuestro señores! —el sujeto rebuznó. 

 
 

—¡Nah! estas subiéndote tu solito, se de leyes puñetas. 

 
 

—¿Traen charola verdad? 

 
 

—Traigo mi verga bien aceitosa ¿la vas a querer? — el del Uber suscribió. 

 
 

—Mira compadre solamente para preguntar qué chingados paso en Julio del 2018 y quiero que me escribas el nombre de ese güey en este papel. Eso es todo, ya llégale a la verga…  ¿Ya te fuiste a tatuar otra vez verdad puñetas? ¿Así se te olvida las veces que tu mama te metió el dedo? Pobre pendejo… pinche carpetota roñosa del DIF que te cargas. 

 

Se cerro la puerta.
 

—¿Y este perro comandante? ¿no debería estar guardado por lo que hizo? 

 
 

—No puedes desestabilizar lo que crees que tienes bajo control, solamente empeora las cosas, uno sabe de qué es capaz cada pinche loco. Es así como la estamina de la ciudad se mantiene. Uno siembra mentes y luego las cosecha. Hoy es temporada… pinches elecciones de mierda.  

 
 

—¿Vamos a ir a visitar al otro pinche loco que le gusta cogerse payasos? No me digas, sé lo cogió un payaso de niño y por eso contrata jotos pintados y con peluca.  

 
 

—La vida es un circo, pero bueno, es regidor del distrito. Dios nos bendiga, antes mejor vámonos por unas almejas del Mercado Juárez.  

 
 

 
 

El judío regresó a las rancherías y haciendas donde este había prometido regresar para tomar la mano de aquellas damiselas de pueblo. Sin embargo, con una sonrisa les mintió diciéndoles qué había conseguido otro amor que no existía. Pidiendo de regreso todos sus cerditos bien alimentados y hasta con crías. El judío salió disparado como cometa y nunca más se supo de él. 

 
 

 
 


En recuerdo de J. Eduardo Barragán de su libro “Vivencias”



FIN