DÍAS RAROS
La Sirena. Me desperté dentro de un sueño, no sé si sea peor o allá sido mejor, creo que da igual. Sirena mía sin mar, en medio de una maleza de color sepia, repleta de patéticos arbustos sin vida. Tu cola de pescado huele tan bien que no puedo más. Tus cabellos dorados brillan y los mismos destellos que estos lanzan; rebotan desde el reflejo de tu piel que se esparcen en medio de la nada. Tus gritos de sed y desconsuelo me alarman, tu agonía me quita vida. Me imploras con un idioma que no conozco, aunque sé que es antiguo, no es tan aturdido como el de las mortales. Fuiste castigada «por lo que veo» te sacaron del mar y te llevaron a la nada. En un monte sin vida de estas tierras de Nuevo León. El Sujeto y el Predicado. Ahí yacía, el hombre de traje negro, corbata negra, camisa, cinto, zapatos y hasta calcetines del mismo color antes m...