LA CORONACIÓN
“Oh gran arquitecto, aquí yacido bajo la tapada luna de este suculento agrio aposento, pensando en el mártir del disfrute”
La juventud del Don.
Cansado de caminar con las botas que tenía puestas, ya que lo hacía sentir tan ruin a la eminencia si este usase unos simples par de tenis. Estuvo sentado sobre una roca de laja bajo un cielo rojizo que daba tonos grisáceos. La ciudad era y es Saltillo, Coahuila: el estado, fue el año de 1987.
Andaba muy agitado porque tenía que caminarle para bajar la conciencia. Es natural que se hubiera sentido así, después de qué terminó de tener relaciones prohibidas y carnales con la hija menor de la amante que este convocaba por estos lares. La hija mayor también ya esperaba una cría de él y este ya no asentía nada desde el día que se dio cuenta. A la mujer que era su amante le daba igual mientras recibía un amor raro y al mismo tiempo su sucio dinero. A sus cuarenta y cuatro años de edad, a esta señora también le daba igual el pasado dónde formaban parte sus hijas; le importaba un bledo, ya no las veía igual por ese mismo pasado. Al final de cuentas, el presente es una hija de perra que se burla del futuro.
Ahí estaba el Don con sus treinta y seis años de edad casi recién cumplidos, sobándose la cara con las dos manos, lamentándose por dejar la semilla dentro de una huerca de diecisiete años casi terminados. “Carne es carne, mejor aun cuando se parece a la que te habías comido antes”... el diablo le susurró en forma de un señor que vendía elotes. El futuro y el pasado, y las excusas del presente imprudente lo abordaron.
El Don se autodenomina como un vil hijo de perra, y esto por haber cumplido el sueño guajiro de cualquier maldito enfermo, que consiste en embarazar dos hermanas y/o embarazar madre e hija. Como si fuese este un animal desesperado en querer escupir su asquerosa lujuria sobre lo que se pueda dejar desahogar.
Se desabrochó la camisa de marca Versace que traía puesta, únicamente fueron los dos botones de arriba, este hombre de mediana edad sentía calor y frío a la vez. Miró hacia el Cerro de la Vega y vio pasar un águila negra sobrevolando, como si estuviera dando vueltas. Era el 20 de agosto de 1987, acababa de nacer el que será su ahijado y le recomendará que se busque una señora de Saltillo cuando este aun no conocido; tenga los casi veinte años de edad pasados. A este también le contará una historia que después le hará ver su verdad.
En ese instante, unos sujetos se acercaron a bordo de un Datsun, los dos se veían iguales, vestidos de negro de una forma curiosa, acá tipo western. Algo traían aquellos vaqueros que no se les podía ver la cara. Su mirada y su cuadrante te hacían mirar a otro lado cuando a estos los mirabas fijamente y de vuelta en una forma extraña; te hacían reír temblorosamente y tus ojos se cristalizaban si los mirabas por mucho rato.
La canción titulada “Avalon” de Roxy Music se escuchaba dentro del coche que lo llevaría a la logia más cercana para su “corrección moral”. Se encontraba listo para ser Padrino.
Marzo del 2020
Mi dedo anular se está moviendo más de lo común y de forma involuntaria. A nadie le importa ese dedo, únicamente ayuda para poder sujetar de mejor forma las cosas que tomas con las manos. Somos unas bacterias indeseables, con cuerpo xenomorfo, perdón... amorfo. Aquel dedo temblaba cómo aquellos dedos que los agentes del CISEN le rompieron a un periodista de izquierda, se los pusieron entre el claro y una puerta; en pocas palabras se los machucaron dos veces.
Siempre y por siempre lo inservible sigue funcionando para los que creen que sirven.
Sin embargo, hoy es el día de mi aumento de grado en la acacia de la logia. Un montón de viejos rabos verdes que cuentan con cierto poder sobre los demás, pero que se aprovechan del poder que tienen arriba de ellos. Por un lado, estoy de acuerdo, pero por otro en desacuerdo que yo haya aprendido bastante de ellos. Llevo malditos casi quince años con ellos, maldigo y bendigo el día en que firmé ese papel con el membrete del ojo mirándome como si fuera una persona digna de ser vista.
Para variar, las lagunas mentales son las mejores, ya que el gran arquitecto me tiene una buena emboscada, porque él que pone las trampas soy yo mismo. Conozco mis propias alergias, desconozco qué o quién las provoca. Ya se me fue el hipotético tren y los que alcanzaron a subir se están riendo de mí, pero todos ellos me reflejan un inconsciente con el alma llorando a mares. Así es esto, las personas prefieren tragarse su orgullo y su dolor a consta de no mostrarle nada hacia los demás, y de los que según aprecian. Perra madre, es más sincero el amor de un extraño que él de un ser querido. Si algo aprendí de los magos, es que siempre debes de crear un imaginario para poder hacer ciertas adecuaciones en tu persona o ajustes necesarios que parecen innecesarios. Ahí estoy, en medio de varios “yo”, estos sentados en cada silla, interrogándome. Ayudándonos mutuamente, ayudándome a mi, incansablemente.
Enciendo mi cigarro para calmar mi propia pena ajena, ahora mismo obtengo el invisible medicamento homeopático en mi cabeza, mis ideas se confrontan a un todo, que en realidad es un poco. De repente me llegan las terribles imágenes a mi mente; la cabeza de aquella chica puesta encima de un automóvil en el centro de un municipio. Por qué malamente así es, los animales usan las garras, los humanos usan sus terribles pensamientos.
Primer paso: el masón camina sobre sus lugares favoritos sin razón alguna.
Caminando por mi santuario de energía y con los ojos cerrados, trato de escuchar un canto gregoriano en el Spotify mientras disfruto de la frescura del Museo del Obispado. Desde las entrañas de sus yesos, en su historia, en su mala fama de la década de los treintas por sus peculiares perversidades cuando este fue un vil burdel. La mala gana de hacer el bien al final de cuentas. Mis plegarias no fueron más que exigencias de mi propia idiosincrasia. Una vez más los sueños raros de mi niñez me retractan en un mundo al que pertenecí, referente a imágenes de un futuro pasado. Admirando las ruinas que alguna vez fueron nuevas. La grasa de los frailes y los gemidos de alguna “Cantú” o “Garza” se cubren con la nueva pintura que recientemente puso algún restaurador.
La ciudad tiene un gran moretón, sus venas fluyen saturadas y se encuentran llenas de bacterias que vienen de otra parte. No puedo ser un analgésico, no puedo ser un antibiótico. Solamente puedo ser un anticuerpo que solo desea matar la densidad de una mimada homeóstasis. Las regalías vienen gratis, no las ves, simplemente las sientes. Sin embargo, siempre será una buena idea... la mala idea.
Primera fase: La logia: el masón converge sobre la entrada y prosa una propia poesía desde su conciencia.
Fuertemente entra la luz por medio de las grandes ventanas que este lugar presume. La luz natural tiende a mostrar por medio de versículos su mejor encanto y su mejor recelo. El arquitecto de este lugar sabía muy bien qué era lo que el necesitaba para poder manejar de mejor forma lo que en verdad quería decir. Demonios, donde quiera hay maldito arte, pero algunas veces lo olvidamos como si fuera una bendición.
Las cantinas
Las palabras necias, bien hechas, poco entendidas o comprendidas. El alcohol, de una cerveza tipo Viena se hacen valer por su dulzura. La respiración no es la misma, las escamas de las meseras te hacen pensar en lo mal que andas en el amor. Eres una caña rota que alguna vez fuiste servible para otros, pero no para ti. La lógica te hace profetizar como es que terminarán la mayoría de tus conocidos o amigos. El mismo proceso te dicta el futuro, no necesitas ciencia ficción para saber el crudo drama de lo que sucede en tu alrededor y a posteriori. La vida es un documental continuo con ciertos estragos.
Ahí, sentado el borracho de casi quince años mayor que tú, frustrado, enajenado en sus ideas o para ser feliz con su invisible gasolina, dándote lecciones que disfrazan sus errores que cometió. Te explica lo esencial para saber cómo está todo allá afuera, el saber quién eres y de que eres capaz. Todo esto te muestra el camino y te dice si es esto lo que deseas o quieres… si es que lo logras rozar. La gente enferma parece estar sana y la gente que dice estar bien está muy mal.
Otro trago no hace daño, ya sabes que en el futuro serán menos los que te andas tomando. Aquellos que piensan mucho con los mismos pensamientos recurrentes se gradúan en una clase de miseria monótona. Tienes el deber de romper el esquema, no el de ellos, es el tuyo y ya.
Ahí también andaba postrado el comerciante de música pirata, con su cara cansada y su nariz inflamada por el alcohol. Regañándome por adelantado, admirando la desgracia ajena poco construida para consolar la suya.
En mi mente siempre estarán los primeros mentores de los bares y de los que se hacían viejos siendo todavía jóvenes.
Segunda fase: el masón espera desde una habitación contigua.
El valor, el honor y dignidad sobre esas espadas, antes de apropiarte de algo siempre debes lograr merecértelo. Llevando a cabo el entendimiento de su significado y lo que debe de significar mutuamente. Mi pie izquierdo no deja de moverse, soy diestro ¿Pero qué pie será el que lo hace mejor? ¿Será la parte donde tengo el balazo que me metieron? O cuando casi el carrusel me lo destroza si no fuera por el pantalón que traía puesto.
Las polillas me atacan una vez más en el patio de mi casa, pero mucho antes fueron las cucarachas. Los charlatanes son pastores de sus mismos rebaños. Lo sé, los tiempos son turbios, a lo que veo es que estos encontraron un pequeño riachuelo con agua dulce en medio de la amargura ajena y poco a poco le dan abundantes sorbos para sobrevivir.
Las prostitutas, transexuales y demás cambian de lugares; de modus operandi, estos saben a dónde ir. Los negocios se encuentran en coma, las sentencias son fuertes y cortas. Los locos se sienten insatisfechos. Los ladrones se llenan de amateurs con terminales de Visa y MasterCard, pronto perecerán, serán la moneda de cinco pesos encontrada después de varios meses por un niño de clase media que mira mucho YouTube. Nietzsche ha de estar asustado de lo que dijo, más no arrepentido. Al igual como los fantasmas que se venden a cambio de una limosna disfrazada sin arder el suave orgullo dignificado en ellos.
La bruja vuela sobre su venganza y se ríe sobre el fuego que se suscitó el día de hoy. Se ríe de mí, su piel blanca se ilumina por la luna. Marín, Nuevo León, no tengo ganas ahora. Maldito olor de ceniza apagada del carbón al terminarse una peda, me marea y me pone de malas. El diablo sabe de programación computacional. Mis monstruos vivientes del centro de Monterrey andan inconscientes, a veces estos se despiertan y les cuento cuentos e historias para ver qué pueden hacer realidad.
Di otra vez que todo anda bien, puedes hacerlo, hazlo. Somos una maquina rechinando día a día.
En la iglesia más antigua de Monterrey, la mano gelatinosa de una anciana me saluda, se siente como si fuera una bolsa vieja llena de agua a punto de reventarse. Las canciones mal grabadas en vinilo llegan a mi cabeza. El olor quemado del comal, el olor a tequila con fruta pudiéndose alrededor, me despabilan.
El Don del Palax.
—Los lobos andan solos, pero también andan en manada.
—Don, usted me citó aquí para poder hablar de algo que usted quería hablar.
—Ve a esos hijos de su puta madre que de todo se quejan, es más que obvio que los que son el objetivo o la meta tengan miedo y se vuelvan suaves a la corrosiva actitud del otro. Por eso estas aquí, para imponer lo que otros quieren deformar. Esta ciudad no se forjó por imbéciles pareciendo gitanos, se forjó con actitud, con trabajo.
—Las cosas y las personas erosionan, evolucionan, se dejan ser, se dejan ver. Necesitan de lo que los otros no necesitan.
—Son payasos que nosotros dejamos que se pusieran peluca y maquillaje, pero eso de poner un payaso regocijándose de sus dramas: no me cuadra. Es una chingadera bien hecha. Nadie puede hacer lo que no se le dictó y para eso estas educado, para no dejar que eso se vaya para otro lado, eres masón, eres uno de los que llevará las riendas de esta ciudad…
—No es cuestión de saber qué o quién sea yo. Si no lo que repercute, lo que ustedes hayan dejado como broma se haya hecho algo serio. Yo ya hice mi parte en el 2010, Don, usted es de las pocas personas que siguen de pie en esto, porque sabe muy bien que nadie se quiere poner de pie. Los progresistas son solo unas generaciones que marcarán algo y las demás que vienen olvidarán un buen pedazo de eso. Me pongo de pie.
Coronación
El gran líder baja de su silla que parece más trono, se quita su largo bonete de color negro como si fuera un oscuro cocinero. Los masones que me dieron la bienvenida, me arrodillaron en el centro del recinto. Me quitan mi camisa, me dejan sin nada, el frío del mármol del lugar me da un extraño calor. El gran líder toma de mi cabeza y me vierte una botella de aguardiente de ébano. El olor a madera me confunde y me hace arder los ojos. El líder toma de mi débil mano debido al solvente que me vertió sobre la cabeza, en seguida, un verdugo de perfumes dulces le entrega una daga muy afilada con mango de plata; sin permiso este corta la palma de mi mano y mi quejido no está de más.
Mi sangre cae sobre el mármol del suelo. Este sujeto lanza dos papeles, uno donde firmé hace una década y un lustro de mi entrada hace este mundo. En el otro, mi acta de nacimiento original de hace treinta y tres años. Lloro, no por el dolor de la herida, si no por la corona invisible que siento sobre mi cabeza, la puedo ver, puedo notar como brilla.
Caigo inconsciente, pero despierto en el Mitla Bar pero en el año dos mil nueve, bailando con una chica gótica unas canciones de London After Midnight. Todo da vueltas, es el año dos mil nueve, en la cocina del Hotel Roosevelt, me lavo la cara de la pólvora en un fregadero que huele a mierda, es la madrugada, el sicario con apodo de un mes “El Noviembre” se limpia la sangre de sus manos y me pregunta —¿Cuándo va a acabar esta mamada? —.
Despierto otra vez, ni se cuándo despierto o me pierdo, la corriente del Río San Juan es fuerte, mi papá me ve a lo lejos y me deja ir. Se que este anda midiendo mi fuerza y mi valentía, pero que injusto. Sin embargo, una tortuga se aparece de la nada y observa mi rostro lleno de miedo, mostrando en su jeta, una sonrisa. Qué diablos, los animales no sonríen, pero este se le veía que sí, el muy hijo de puta medía como un metro y salió del fondo del Río para llevarme a una orilla.
Ahora no sé dónde estoy ¿debajo de una mujer? —¡Te amo! —la mujer me lo decía mientras brincaba encima de mí, no sabía quién era, pero sus destellos maltrataban mi oscuridad y yo caía redondo, yo era diez años más joven que ahora.
Final.
De la nada desperté nuevamente y unas manos blancas me limpiaron la herida con alcohol. Aquellas manos se fueron, y otras me levantaron, eran dos personas, un hombre y una mujer que vinieron bajo amenazas para levantarme en este ritual de iniciación a siguiente nivel. El hombre, fue el primer amigo que tuve en la escuela primaria, la segunda persona, la mujer que me gustó en la escuela secundaria. Ellos lo sabían todo.
Después, pude ver al gran líder dándome la espalda con su túnica negra y su largo sombrero. Se muy bien quien es el, el hombre que maneja la comunicación, el que observa y ve todo.
En eso grité —¡La dignidad de un malabarista salió a flote desde un circo inundado! — el gran líder se detuvo unos segundos y siguió su camino hacia su silla sin voltear hacia a atrás. A lo lejos, pude notar la sonrisa mal lograda de mi padrino (El Don).
Los presentes que se podían ver bajo una luz tenue cantaron un tipo de vocablo continuo, como si fuera un “sonido primigenio” pero en verdad era unas simple sílaba. Bien lo dijo Spinetta.
Llegué a mi casa, me senté en la silla de mi patio y le di de comer a mi eterno hambriento gato de color naranja. Al verlo devorar el pedazo de tocino que le di, me rompí en un tipo de llanto interno por una responsabilidad nueva que no tenía ni pies ni mucho menos cabeza.
FIN